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Nariz del perro, cómo funciona y sus partes

Nariz del perro

La nariz del perro es una de las características más resaltantes de estos animales, debido al increíble sentido del olfato que esta les confiere. Los perros no solo representan uno de los animales con mayor grado de domesticación y el más usado como mascota, además son empleados en distintos trabajos gracias a su poderosa nariz.

Hoy en día, nuestros fieles amigos caninos pueden ser entrenados para llevar a cabo una variedad de tareas increíbles, como detectar enfermedades a partir del olfato, encontrar rastros de olor e incluso predecir algunos eventos como ataques epilépticos o de pánico. La nariz del perro funciona de una manera increíble, pudiendo incluso determinar nuestros estados de ánimo y el nivel del calor corporal a partir de la percepción química del olfato.

Pero además de su poder olfativo, la nariz del perro también tiene un fino sentido del tacto gracias a su compleja composición, que incluye un gran número de terminaciones nerviosas. Por esa razón, no es de extrañar que estos canes usen su nariz para examinar objetos o personas, posando su hocico sobre ellos.

Anatomía de la nariz del perro

La nariz del perro cuenta con dos cámaras o fosas nasales, conocidas también como narinas, que se encuentran separadas por un tabique de cartílago. Cada una de estas cavidades puede moverse de forma independiente, además de procesar los olores por separado. En el extremo distal de la nariz se encuentra el rinario, que es la porción que solemos ver húmeda y casi siempre fría al tacto. En las porciones laterales del rinario se ubica una hendidura que les permite espirar el aliento durante las actividades de exploración.

Durante la respiración relajada y natural de los perros, su nariz presenta una apertura normal, mientras que al estar en modo alerta, las narinas se abren, cambiando la forma de su abertura. Esto les permite inspirar mayor cantidad de aire y orientarlo hacia la zona olfativa, para analizar las partículas de olor que han absorbido del ambiente.

La zona olfativa se compone de un epitelio que presenta una superficie 40 veces más grande que el epitelio olfativo de los humanos. Esta estructura recubre un conjunto de huesos finos que conforman laberintos dentro de la nariz del perro y se conocen como cornetes. Gracias a esta disposición, el aire respirado y las partículas que lo componen pueden entrar en contacto con una mayor superficie, para ser analizados por el sistema nervioso del can. En la porción anterior de la nariz, el epitelio respiratorio produce moco, el cual tiene una función principalmente protectora, además atrapan las moléculas químicas provenientes del aire.

Hacia la parte posterior de la nariz se encuentran los cornetes etmoidales, cubierto por un epitelio que cuenta con unos 300 millones de receptores olfativos. En los seres humanos solo hay unos 5 millones de receptores, lo que nos puede dar una idea de las impresionantes capacidades del sistema olfativo de los canes. Los receptores son células nerviosas que cuentan con proyecciones a modo de cilios, que se encargan de captar las moléculas de olor del aire, para procesar su información.

¿Cómo funciona?

Cuando un perro se encuentra olfateando, abre sus fosas nasales y dirige su rostro hacia el origen del estímulo. El aire entra en la nariz y las partículas que lo componen quedan sobre la mucosidad producida por el epitelio. De esta manera, pueden entrar en contacto con las células receptoras, las cuales procesan su información y la envían a los receptores centrales del sistema nervioso.

Mientras esto sucede, el can puede seguir respirando y muchas de las partículas quedan atrapadas sobre el epitelio de la porción anterior, el aire exhalado sale por las hendiduras laterales del rinario, lo que permite que haya un flujo constante de olor por las aperturas principales de las fosas. Los olores captados se acumulan en una especie de cámara, creada por una placa ósea basal, conocida como lámina transversal. De esta manera, el olor puede ser procesado por los perros, aunque ya no se encuentre en el aire circundante.

Además de las células receptoras del epitelio olfativo en la nariz del perro, su sistema nervioso central cuenta con un gran número de receptores de dicha información. De esta manera, es posible que su cerebro “registre” y reconozca una amplia variedad de moléculas químicas presentes en el ambiente.

La región del cerebro que se encarga de procesar la información obtenida a través del olfato es el lóbulo olfativo. Los datos obtenidos por los receptores viajan a través de nervios, para ser procesada en regiones especializadas del sistema nervioso. Dichas áreas, encargadas de procesar las moléculas químicas obtenidas a través del olfato, representan alrededor del 30% del total del cerebro de los canes.

Una segunda nariz

Al igual que muchos otros mamíferos, los perros cuentan con una sección especializada que complementa su sentido del olfato. Dicha estructura es conocida como órgano de Jacobson o vomeronasal, y se encuentra ubicado entre el piso de la cavidad nasal y el paladar. Este órgano sensorial tiene su propia sección cerebral para el procesamiento de información.

En los canes, el órgano vomeronasal se encarga de procesar las señales químicas asociadas a feromonas, por lo que tiene un importante papel en la socialización de estos animales. De esta manera, los perros pueden percibir el estado reproductivo de otros individuos, además de otros aspectos como su estado de desarrollo e, incluso, si se encuentran sanos o enfermos. Entre el poder de la nariz del perro y el órgano de Jacobson, los perros cuentan con un sentido del olfato hasta 1000 veces más sensible que el de los seres humanos.

Funciones de la nariz del perro

La nariz del perro cumple con una serie de funciones muy importantes para la vida de este animal, además de otras actividades relacionadas con intereses humanos. Como en otros mamíferos, la función principal de la nariz del perro es la de calentar el aire que entra al sistema respiratorio. Gracias a esto, el aire que ingresa a los pulmones se encuentra más cercano a la temperatura corporal y permite que el intercambio gaseoso ocurra de manera correcta.

El aire se calienta al atravesar los diversos pliegues epiteliales que se encuentran dentro de la cavidad nasal de estos animales. Asimismo, la nariz del perro les permite percibir y conocer su entorno a través de los olores. Gracias a este sentido tan desarrollado, muchos perros son capaces de seguir rastros de una manera muy eficaz.

Los seres humanos, hemos aprendido a aprovechar esta fabulosa capacidad de nuestros mejores amigos, de manera que muchos de ellos son entrenados para detectar enfermedades, rastrear compuestos químicos, armas y realizar búsqueda de personas. Asimismo, algunas investigaciones han determinado que la nariz del perro detecta radiaciones térmicas, cualidad que se cree que usaban sus antepasados y sus parientes silvestres para detectar presas de sangre caliente.

Finalmente, el aspecto de la nariz del perro puede también proveer información sobre su estado de salud. En general, estas estructuras tienen un aspecto rugoso y húmedo, debido a la secreción de mucosidad y a que lamen sus narices de manera constante. Gracias a esto, los perros pueden disipar parte del calor corporal en días o temporadas con altas temperaturas. Algunas señales como sequedad o producción y goteo de mucosidad espesa y de color amarillo, pueden representar un problema, por lo que es necesario consultar con un médico veterinario si estos síntomas se presentan.

Esquema o resumen de la nariz del perro, funciones y partes

Bibliografía

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  2. Horowitz, A. (2016). Being a dog: Following the dog into a world of smell. Simon and Schuster.
  3. Steven, K. C. (2015). Why dogs have wet noses. Enchanted Lion Books.
  4. Tyson, P. (2012). Dogs Dazzling Sense of Smell. Retrieved April, 15, 2017.

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